lunes, 5 de octubre de 2015

Los paseos con Lorca en la Unidad de Cuidados Intensivos. (Vivir, segunda parte)




Ian Gibson y Carole, como siempre tan cariñosos, el día antes de mi operación de aneurisma cerebral,  me regalaron el primer ejemplar de Poeta en Granada. Paseos con Federico García Lorca, que acababa de editar Ediciones B. Este maravilloso libro nos conduce, a través de nueve paseos -que hacen las veces de capítulos-, por los pueblos, rincones, casas, parajes y lugares de una Granada que Federico amó o deploró, habitó o deshabitó, aprendió u olvidó; en definitiva, vivió. Pero también este libro nos muestra sus últimos pasos, detenido y vilipendiado, hasta que lo asesinan. Los paseos son en una Granada que es, a la vez, madre y madrastra, pues de la misma forma que posee dos ríos muestra también dos caras: gente honesta y honrada, por un lado; y ambiciosos y miserables, por el otro. Las dos Granadas las conoció y padeció el genial poeta, músico, dramaturgo y humano Federico.  

La noche anterior a la operación dormí hasta las 6 de la mañana ya que puse el despertador para ver amanecer, por si era el último. Esperé en la terraza, mientras desayunaba, que el cielo fuera fulminando las estrellas a la par que la fábrica de cemento se iluminaba con los primeros rayos, entonces me acosté  con el propósito de dormir hasta la hora más cercana a la operación, que estaba fijada a medio día,  pero ¿quien puede dormir cuando tienes un futuro inmediato tan incierto? Para paliar la indolencia del transcurso del tiempo escuché la radio, leí, volví a escuchar la radio y volví a leer, nuevamente, pero me sobraban horas y, entonces, cerré los ojos simplemente y me dejé llevar por el trasiego dentro de mi casa, el de los vecinos, los coches y motos que pasaban, el ruido de las olas, los trotes de los caballos que trasladan turistas, el graznido de las gaviotas, el aleteo de las palomas en mi ventana... pero las horas eran interminables y, sobre las 11, me levanté de la cama, abatida, con deseos de huir de esa situación tan desesperada en la que me encontraba aunque no sabía cómo. Puse a Mahler a todo volumen mientras preparaba, como si llevara mucha prisa, las cosas que me llevaría al hospital. No me apetecía hablar ni que me hablaran, mientras, mi hermana Ana, con su dulzura infinita, aguantaba todas mis tropelías y mis silencios.  En el coche, camino al hospital Xanit, de Benalmádena, mi cuñado Juan y mi hermana Dolores, con sus cuidados desmedidos, me daban ánimos o hablaban de cosas intrascendentes que yo oía pero no prestaba atención porque no me interesaba más que mirar a lo lejos, muy a lo lejos, porque todo me parecía raro: la familia, el día, el bolso con la ropa, el sol, el mar... Nada era normal. Como en mi familia somos un poco como la de los gitanos, cuando uno tiene un problema todos acuden, en la puerta del hospital esperaban los familiares restantes: mi hermano Adrián y mis sobrinas Rosa María y Elena. Sólo faltaban Blanca y Javier  pero me constaba que desde Fuerteventura, también estaban conmigo. 
Esperamos en la entrada, a la sombra de unos árboles, el tiempo que faltaba para ingresar. Todos callábamos, porque ¿de qué se puede hablar en esos momentos? A veces, para romper el silencio, comentábamos algo del libro de Ian Gibson que yo llevaba en las manos y  ya, a punto de entrar, se presentó mi amiga Adriana, también con otro libro en las manos, y fue su abrazo el que me fortaleció como sólo puede fortalecer una amistad del alma. Mis queridos amigos Alfonso, César, Mar y su hija Cristina también acudieron.








Cuando avanzaba por los pasillos en dirección al quirófano, tumbada ya en la cama y con la bata indecente que se usa en todos los hospitales, sentí un frío como jamás he notado. El celador me consoló con palabras muy dulces, que ahora no consigo recordar, pero que me abrigaron el alma de la misma forma que la manta que me echó sobre los pies. Recuerdo que el médico neuroradiólogo, Doctor Romance García, me explicó en qué consistiría la operación endovascular y me informó de las distintas posibilidades.  Lo normal -me dijo-  es que todo salga bien, pero puede no ocurrir, puedes morir o puede que se produzca un derrame no letal y entonces puedes quedar con una profunda incapacidad porque el aneurisma está en una parte muy complicada. Esas fueron sus palabras. Las recordaré siempre. Sus palabras, sus gestos y su mirada denotaban tanta profesionalidad y humanidad que me infundieron la tranquilidad de que quedaba en unas manos inmejorables. Como así fue. El anestesista me aconsejó que pensara en algo agradable porque me iba a dormir ya. Yo no sabía qué era agradable para pensar en ese momento y sólo me acordé de rezar. Comencé a rezar el Padrenuestro, pero sólo me acordaba del principio porque hacía siglos que no lo rezaba. Cuando desperté, tras una operación de cuatros horas, oí que el médico les decía a mis hermanas que todo había salido bien y que me dejarían en la UCI 30 o 40 horas porque podía haber algún riesgo de derrame. El hilo tan débil entre la vida o la muerte se había tensado y el destino había decidido que debía vivir y yo fui consciente, en esos momentos, que quería vivir más que nunca y entonces lloré por la emoción de sentirme tan viva, una enfermera preocupada  me preguntó si necesitaba algo y le dije que quería el libro que había dejado en la habitación. Una vez despierta no quería dormirme, quería  sentir todo lo que me pasara, si es que llegaba a pasar algo. 
 El libro que me bajó era el que el día antes me había regalado Gibson. Casi no podía sostenerlo y alguien me acercó una mesa que hacía las veces de atril. Abrí el libro y comencé a leer con avidez pues si era capaz de leer es que me encontraba bien y mi cuerpo iba respondiendo adecuadamente.

La UCI es, para los que no estamos familiarizados, un lugar con muchas telas verdes y muebles metálicos, donde se concentran enfermos graves o muy graves, separados por mamparas y rodeados de miles de cables para controlar las constantes vitales: frecuencia cardiaca, respiratoria, presión arterial, etc Es, también, un lugar de mucho ajetreo con luces que se encienden y se apagan, puertas que se abren de golpe, personal sanitario que acude presuroso a un enfermo, llamadas telefónicas urgentes que reclaman la presencia inmediata de un médico, pasos ligeros hacía un destino, uniformes y material desechables que se tiran en unos compartimentos especiales, personas que acuden con bastante frecuencia a comprobar los tubos y cables que nos rodean, palabras incomprensibles que salen de algún cuerpo que despierta de la anestesia... En mi sala había dos compartimentos cerrados; uno, para infecciosos; y otro, porque la gravedad era tal que necesitaban tener al enfermo aislado para impedir cualquier infección. En este lugar había un chico joven que había sufrido un grave accidente de tráfico y que llevaba mucho tiempo en la UCI. Delirando comenzó a dar voces diciendo que se quería ir a su casa que ya estaba muy harto y empezó  a quitarse él mismo los tubos y cables que llevaba enganchados.  Fue el momento más tenso de la noche. También se vivió su momento de humor porque  una señora, cada vez que una determinada máquina pitaba ella lo confundía con el sonido de un teléfono y gritaba ¡coged ya ese teléfono! conminando a  la enfermera para que lo descolgara. 

Mientras leía  Poeta en Granada me abstraía de aquella reunión de dramas personales cuyas vidas podían romperse en un instante y de los pasos rápidos del personal sanitario tan diligente y eficaz, cuyos nombres ignoro pero que merecerían ser el nombre de muchas calles, o al menos, ser destinatarios de sueldos decentes y del respeto de todas las instituciones políticas. Cosa, que desde luego, no ocurre. 

Justo cuando estaba terminando el último capítulo o  paseo: Ruta de la pasión y muerte de Federico García Lorca, me vino a recoger un celador para subirme a planta. Yo, empezaba a vivir y, Federico, nuestro venerado Federico,  era tiroteado por la espalda  y enterrado en un lugar granadino llamado Fuente Grande. 




lunes, 7 de septiembre de 2015

Vivir




Coincidió que la noche antes de que me comunicaran mi lamentable estado de salud había visto la película Vivir del director japonés Akira Kurosawa. El protagonista es un oficinista gris, aburrido, ineficaz, egoísta y sin ilusión; esa forma de ser y de estar en la vida estaba propiciada, seguramente, por el trabajo absurdo e insensible a que se dedica. Su función consistía en reenviar los problemas de la gente a otras instancias  para que, éstas, a su vez, hicieran lo mismo y así crear una burocracia sin sentido ni humanidad. Un día acude al médico porque padece ciertos problemas estomacales y es cuando le informan que tiene cáncer de estómago y que su vida va a durar sólo unos meses. Abrumado y desolado sale a la calle  y anda desorientado con la cabeza agachada. No sabe qué hacer ni a quién decírselo. Está solo pues es viudo desde hace muchos años y su único hijo siempre anda preocupado por el dinero y otros asuntos y no desea ser para él una carga, además, jamás se ha preocupado de tener amigos ni le han interesado las relaciones personales con los funcionarios y empleados con los que, día a día, trabaja. Pero ahora, a punto de morir, es consciente de su soledad y se pregunta insistentemente lo que se puede hacer cuando sabes que te quedan pocos meses de vida.  Le ronda la idea del suicidio, pero él es un cobarde y lo descarta rápido, aunque siente no tener valor para hacerlo. Morirse es difícil - piensa- y, para paliar su decaimiento, decide  visitar los bares puesto que ¿qué se puede hacer cuando queda poco tiempo? ¿beber y olvidar para dejar transcurrir el tiempo hasta que la muerte lo lleve? ¿encerrarse en casa y dormir? ¿despedirse de los conocidos? No sabe qué hacer pero desea conocer el mundo nocturno del ocio y del entretenimiento y, así, visita el primer bar que encuentra. En el bar conoce a un escritor de novelas baratas y le cuenta lo que le ocurre y él se siente aliviado cuando le oye decir que será su Mefístoles y que le acompañará por los bajos fondos  en busca de mujeres y de vino. Bebe y gasta dinero, pero eso no le satisface; su alma sigue vacía y él lo que quiere es sentirse pleno, es decir, vivo. Quiere vivir aunque se esté muriendo porque en esos últimos días lo único que le interesa es encontrar un sentido a la vida. Vuelve a su trabajo y es entonces cuando lee con atención las reclamaciones y peticiones  de la gente que, hasta entonces, constaban invisibles entre los papeles y ya no las remite a otros departamentos sino que pone todo su tesón en  resolverlas. De esta forma, debido a su insistencia, se soluciona un grave problema de alcantarillado y salubridad que afectaba a bastantes niños de un barrio pobre, obligando también a los gobernantes a hacer un parque para estos niños.  Termina la película casi con el fotograma que arriba inserto. Mientras cae la nieve, se mece en el parque infantil y canta una bella canción que dice: "la vida es corta, enamórate antes de que la vida se desvanezca".




La noche que vi esta maravillosa película acababa de iniciar mis vacaciones y ya tenía preparada mi maleta naranja, -la que me compré para ir a Cuba a principio de año-, para un viaje a Dublín. Después, en octubre, había proyectado ir a Bulgaria. Iba a ser este año, 2015, un año muy afortunado, me decía para mí misma muchas veces,  porque haría algo que tanto me gusta: viajar.

Desde hacía algún tiempo no me encontraba bien pero siempre lo achacaba a algo externo, como el frío en invierno o el calor en verano o el estrés o a que fumaba demasiado, etc. Continuaba con mi trabajo y mis aficiones (leer, escribir, hacer deporte...). Es decir, pretendía hacer una vida normal aunque el cansancio era insoportable, a veces. El día antes de salir para Dublín me dieron los resultados de las pruebas. Tenía y, aún tengo, un aneurisma sacular  en la cabeza por lo que debía ser operada lo antes posible y, mientras tanto, me recomendaron no tomar ningún avión, guardar reposo y hacer una vida muy relajada, así como no fumar.  Ello significaba no poder hacer nada de lo que era mi vida, es decir, no podía hacer deporte, no podía conducir y no podía viajar en avión, así que cancelé los viajes a Dublín y a Bulgaria. 

No le había comentado a nadie las pruebas médicas que me iban haciendo, de modo que, ni mi familia ni mis amigos sabían nada. Sólo conocían que, de inmediato, me iba a Irlanda. A la primera persona que llamé para decírselo fue a una amiga que estaba viviendo algo parecido puesto que, también ella, unos días antes, había tenido que cancelar el viaje a Dublín, viaje al que íbamos a ir juntas, porque a su novio le habían detectado un cáncer. Ambas nos reímos y lloramos de la maldita coincidencia. 

Cuando te encuentras tan débil sientes reparos, al menos a mi me ocurre,  de hacérselo saber a la familia porque quieres protegerlos y aislarlos de todo dolor, por eso me costó tanto comunicárselo, aunque debía hacerlo y lo hice de inmediato. Mi vida estaba cambiando y no quería que las suyas cambiaran y me irrité y les exigí que todo siguiera igual. Debo agradecerles su infinita paciencia conmigo y su verdadero amor, porque es así.

El mes de agosto, ya se sabe, es un mes vacacional y lo que iba a ser una operación casi inmediata no lo ha sido por ese motivo. No me quejo porque en casos más graves que el mío en la Seguridad Social tardan siglos, si es que llegan a ser atendidos. 
Agosto, cuando no lo disfrutas, puede ser un mes larguísimo. Los primeros días, ahora lo veo, estuve desubicada. No sabía qué hacer. No me apetecía nada ni tampoco ver a nadie. No soportaba el ordenador ni las conversaciones telefónicas y leer o escribir eran un sobreesfuerzo insoportables. Sólo quería dormir y cuando me acostaba o cuando salía de paseo, ante el más leve mareo, pensaba si era ese el momento en que la sangre se desbordaba por el cerebro y sería el momento final.

Me fui al pueblo con la familia y allí, en apariencia era yo, pero interiormente siempre me estaba haciendo la misma pregunta ¿Qué debo hacer? Si al menos fuera religiosa podría haber acudido al consuelo del rezo, pero hace tiempo que dejé de creer, sin embargo, poco a poco comprendí que debía dejar pasar el tiempo de la forma más apacible posible y como tengo la suerte de tener en la familia un bebé y unos niños de muy corta edad maravillosos, me dediqué a jugar con ellos y fueron ellos los que me infundieron en mi alma la paz y el sosiego que me faltaba. Después, me trasladé a Granada, mi tierra, y allí los paseos, el teatro, los museos me inculcaron mucho más ánimo.
Ahora, en Málaga, estoy esperando que me operen y no tengo miedo aunque sigue sin apetecerme estar delante del ordenador o escribir o leer un libro. Sólo me agrada mirar a la gente, ver museos, escuchar conversaciones y ver mucho cine, pero en casa porque limito el volumen a mi comodidad. 
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Hoy está lloviendo y desde mi terraza veo la lluvia caer suavemente en el mar y en las macetas y me acuerdo de esa bella canción popular japonesa: "la vida es corta, enamórate antes de que la vida se desvanezca".

viernes, 17 de julio de 2015

Ciudad en llamas o las semillas que sembramos





Acabo de terminar de leer otra novela de José Luis Muñoz, Ciudad en llamas, publicada, esta vez, por Neverland Ediciones. La cierro y la dejo en la mesa, pero la miro  y la vuelvo a abrir para releerla y descubrir si persisten la  angustia y desazón que sentí conforme pasaba las páginas en su primera lectura.

Ciudad en llamas nos avisa y advierte  de lo que ocurrirá si se mantienen ciertos comportamientos gubernamentales y sociales. Por eso, justamente, es una novela distópica.  La acción se desarrolla en un futuro aún alejado, pero no tanto: en el año 2070. Como todo tiene su porqué y su causa esa deplorable sociedad futura proviene de procesos conformados en la actualidad.

Es Barcelona el escenario  de la ficción, aunque podría ser cualquier otro sitio, porque las semillas se han ido sembrando en Europa y en todos los demás Continentes con la caída del muro de Berlín, el ataque terrorista a las Torres Gemelas, la guerra de Irak, etc. Las semillas se han lanzado al aire y han caído en Oriente y en Occidente.

  
Empecemos hablando del poder del pueblo, que es inexistente en la novela y muy debilitado en la actualidad. El ejemplo más evidente y reciente lo tenemos en Grecia con su ineficaz referéndum. Parece mentira que el 61% de los griegos haya votado en contra de los ajustes exigidos por la Troika y que Alexis Tsipras haya negociado para seguir en la eurozona cuando la decisión del pueblo era la de salir de la zona euro. Esa voluntad del pueblo no coincide, aunque sea demencial, con la de sus representantes parlamentarios puesto que acaban de aprobar el plan de Bruselas por 229 votos a favor y 71 en contra.  El plan  conlleva subida de impuestos, rebaja de las pensiones, privatización de bienes públicos... más un nuevo rescate. En suma, más estrangulamiento del ciudadano para abonar la deuda pública. Por eso, creo, que lleva razón Varoufakis cuando califica ese menosprecio a la voluntad popular como un golpe de Estado, porque lo es. Entonces, ¿es un traidor Tsipras? En apariencia así es, aunque habrá que ver qué  le ha forzado a actuar así, si es que alguna vez lo sabemos.



Sigamos con la novela. Barcelona, en 2070, es una ciudad con un clima infernal por las altas temperaturas derivadas de continuos incendios  que una parte de sus habitantes,  los poderosos (súbditos, en la novela),  las soportan con avanzada tecnología. Es una ciudad asfixiante, asquerosa y gris porque las cenizas se agitan en el aire o cubren las calles y las edificaciones. No existe respeto alguno al medio ambiente, algo que, en la actualidad, podemos observar por doquier. ¿No se sigue construyendo donde parece? ¿No se elaboran por los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas los planes de urbanismo  según dicta el interés económico sin respetar el hábitat natural? ¿No se dictan sentencias que jamás se ejecutan sobre estas materias? ¿No se carbonizan bosques adrede todos los veranos? Las semillas ya brotan para ese futuro hipotético.


En esa ciudad futura y candente  viven  los súbditos en bunkers protegidos por vallas electrificadas, trasladándose en potentes coches, tipo Hummer 2000 (por cierto, la primera vez que vi un coche de esta clase fue en uno de los países más subdesarrollados del mundo: Gambia). Sin embargo, los intrusos, la clase indefensa, subsisten trasladándose de un sitio para otro, devorando perros y, si no, siendo devorados por ellos. Coexisten, ahora mismo y en todas las ciudades del mundo, esos dos polos que progresivamente van alejándose como una torre piramidal. Todos conocemos, porque los hay en todas las ciudades, barrios dominados por mafias donde ni la propia Policía se atreve a entrar, de igual forma, un alto porcentaje de la población vive en campamentos de refugiados o navega por los mares  buscando una salida que jamás encontrará.  Y sin embargo, no se soluciona el problema ni se adoptan medidas efectivas - y humanas-  para evitar que esas cosas ocurran. Al contrario,  se vierte abono en las semillas para que crezcan porque el  caos siempre justificará la aplicación de normas absolutistas.





¿Qué puede hacer el individuo cuando paulatinamente lo van convirtiendo
 en un ente debilitado, aislado y engullido por el poder económico? ¿Qué se puede hacer cuando, ante intereses en conflicto entre el poder y el ser humano, se sabe que perderá el más débil ya que  los comportamientos éticos se desdibujan porque  desaparece el concepto de lo justo para dar paso a lo conveniente, siempre para unos pocos, en la convivencia?   Ante todo no callar y, además, convendría, por pura subsistencia de la esencia individual, volver o ir a lo poético, porque externamente se avecinan importantes cambios contra los que no nos van a dejar razonar. 

José Luis Muñoz es autor de novela negra, de aventuras, histórica, erótica, etc., además, es cronista y colaborador incansable de múltiples periódicos y revistas sobre cine, literatura, política y viajes. Vive, desde hace algunos años, acompañado solo de su literatura, en el Valle de Arán desde donde nos muestra, a través de su blog (http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com.es/),  fotos e historias de su Montaña Mágica.




martes, 7 de julio de 2015

El viaje








Era mi deseo viajar a otro mundo
donde portara como único equipaje
un billete de lejanías que rasgara
mis internas turbulencias
alejándome, sin adioses y sin despedidas,
hasta caer exhausta igual que un pájaro en su vuelo.
Era mi deseo reparar mi yo más puro
expatriando ornatos, ficciones y disfraces
que hoy puedo calificar pero, entonces,
no sabía cómo nombrarlos.

Era tu deseo viajar a otro mundo
donde portaras como único equipaje
un billete de lejanías que rasgara
tus internas turbulencias
alejándote, sin adioses y sin despedidas,
hasta caer exhausto igual que un pájaro en su vuelo.
Era tu deseo reparar tu yo más puro
expatriando ornatos, ficciones y disfraces
que hoy puedes calificar pero, entonces,
no sabías cómo nombrarlos.

Era su deseo viajar a otro mundo
donde portara como único equipaje
un billete de lejanías que rasgara
sus internas turbulencias
alejándole, sin adioses y sin despedidas,
hasta caer exhausto igual que un pájaro en su vuelo.
Era su deseo reparar su yo más puro
expatriando ornatos, ficciones y disfraces
que hoy puede calificar pero, entonces,
no sabía cómo nombrarlos.


martes, 16 de junio de 2015

Mare Nostrum

Mare Nostrum que estás en los cielos perdónanos nuestras deudas pero no nos perdones nuestra falta de humanidad porque el oprobio es inmenso, colosal, gigantesco, infinito e inmensurable. Hemos vuelto la cabeza para no mirar, hemos cerrado los ojos para no sentir y hemos recogido nuestras manos para no tener que prestar ayuda. Todos nuestros hogares deben ser señalizados  con una línea negra; después, han de ser arrasados y quemados. Nuestros hijos deben ser sacrificados también. Aún así no alcanzaremos el perdón. Jamás seremos dignos de ser personas. Hemos pecado porque hemos permitido que el mar Mediterráneo sea un mar rojo, un mar muerto, un mar negro.





miércoles, 18 de febrero de 2015

La corriente de Groenlandia, de José Luis Gärtner


    La corriente de Groenlandia, editada por Nazarí y cuyo autor es José Luis Gärtner es, esencialmente, un libro de cuentos. De José Luis  se puede decir, sin ánimo ofensivo, que es un autor que tiene mucho cuento dada la diversidad de obras, de los más variados géneros, que ha publicado o  escrito o representado (ya que también escribe teatro),  aunque no vive del cuento, como casi ningún escritor.
José Luis, como yo misma, trabaja en la Administración de Justicia. Nuestra común profesión permitió  conocernos cuando él vivía en Málaga, sin embargo, casi nunca hablábamos de los Juzgados. Conversábamos de los temas que a ambos nos interesan y dejábamos a un lado el mundo judicial, con su burocracia, su jerarquización, sus claros  y oscuros y que algo conocemos. 
Desde la publicación de los cuentos de Allan Poe, los relatos de Kafka y el posterior impulso del boom latinoamericano, el interés por el cuento no ha cesado. Quizás el que más gráficamente ha definido el cuento haya sido, precisamente, uno de sus máximos exponentes: Julio Cortázar. Cortázar, para diferenciar la novela del cuento los compara, respectivamente, con las películas y con las fotografías. Mientras que  una película es  un “orden abierto”, novelesco; una fotografía exige una limitación impuesta por el reducido campo que abarca la cámara. También a través de la poesía se describe qué es y en qué consiste un cuento. Como exponente podría servir  el  poema  Sé todos los cuentos de  León Felipe:

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
 Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
 y que el miedo del hombre...ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

Lo que más se ansía en la infancia, junto con el juego, es la lectura o el relato de un cuento y que ese deseo, en mayor o menor medida, perdura siempre.
Este poema forma parte de su obra Llamadme publicano;  León Felipe, desde el exilio mejicano hasta el final hasta el final de su vida, denunció la situación política y espiritual del mundo moderno.  Y aunque fuera escrito en 1950 es  un poema actual, pues ¿no es cierto que los gritos de angustia y los llantos del hombre de ahora son taponados también con cuentos? ¿Qué se sabe, de verdad, del terrorismo islámico, del tráfico de armas, del narcotráfico? Sabemos una parte superficial de algunas cosas porque conocemos hechos aislados, pero no el núcleo de la verdad. La verdad de temas tan importantes y universales  la saben sólo algunos poderosos, a los demás nos cuentan… un cuento. Yo no sé, como dice León Felipe, si el miedo del hombre es el que ha inventado todos los cuentos,  más bien pienso que son los intereses económicos y espurios los que han inventado y transmitido algunos cuentos. Pero el hombre, el ser humano,  necesita evadirse de esa realidad  impuesta que le aplasta y hasta le humilla y, desde el principio de la Historia, ha ideado un mundo ficticio, alegórico, imaginario; inventa, por tanto, el mundo literario.
Gärtner lo explica muy bien en Biografía de un astronauta. 
Como en toda ficción, también en el libro La corriente de Groenlandia, hay entremezclados datos y detalles autobiográficos; de esta manera conoceremos su pasión por la música clásica, sus dudas, el anhelo  de encontrar la obra perfecta aún a sabiendas de su inexistencia, la banalidad del miedo, sus destrezas culinarias, ciudades que le han  conquistado y a las que nunca ha dejado de regresar como, por ejemplo, la Habana. Pero lo que más  nos participa  con sus relatos es su personal mundo onírico.
El libro se divide en dos partes y contiene 44 relatos. De entre todos ellos destaco La corriente de Groenlandia, que le da título al libro, y Todopoderoso. El tema es común: el sentimiento ante la pérdida de un animal. El estilo, diferente.  Groenlandia es un relato contemporáneo, Todopoderoso  nos transporta a los antiguos cuentos orientales; Nos traslada, por tanto, al origen mismo de la Literatura.
La primera civilización de la humanidad, los sumerios, se inició en el valle formado por los ríos Éufrates y Tigris.  Los griegos le llamaron Mesopotamia  y hoy pertenece, principalmente, a Irak, Irán y Siria.
Fueron los sumerios los que iniciaron la escritura críptica. Escribían en tablillas de arcilla y parte de esas tablillas han llegado hasta nosotros. En algunas de ellas se cuentan las aventuras del fuerte, el admirable y el providente Gilgamesh, que era dios y rey del Estado de Uruk,  sobre el año 2500 a.c.;  en los poemas se plasma el lamento de  Gilgamesh por la degradación humana como causa del diluvio, pero también Gilgamesh buscaba lo eterno, lo perfecto, lo absoluto... con tanto afán que uno de sus acompañantes le descubre la realidad con  este bellísimo poema que es toda una sentencia: ¿a dónde vas Gilgamest?  La vida que tú buscas nunca la encontrarás.
Por tanto, desde el año 2500 a.c. nos siguen importando las mismas cosas, buscamos lo mismo, tanto en Oriente como en Occidente, entonces ¿Por qué es tan difícil entenderse? De verdad ¿hemos avanzado  algo?

Rosa Burgos.



domingo, 8 de febrero de 2015

Cartas de amor de un comunista, de Isabel Pérez Montalbán






Sistema


Compañera, tus uñas azules y no rojas:
Estudio de las falsas teorías.
Los adioses muy blancos como mares de nieve
y los negros perfiles, los sicarios del miedo.

Se retrasó la Historia, sentí el frío letal
del fracaso, la ruina, las vértebras cansadas.
Se necesitan cursos intensivos y largos
sobre el ciclo del hielo y su andamiaje,
para así contemplar los tanatorios
del hambre, las plegarias tan humildes
sin respuesta precisa desde los rascacielos.
Sólo existe un sistema, sin reglas ni principios,
que practica –algo torpe– el desescombro
que arroja de aplicar el salvajismo.






Es un poema de 17 versos, dividido en 4 estrofas: la 1ª, de 1 solo verso; la 2ª, de 5 versos; la 3ª, de 8; y la 4ª, de 3. Es de arte mayor pues hay versos alejandrinos y endecasílabos, con rimas asonantes y versos libres. La  rima es encadenada. Es un verso   blanco. En los versos endecasílabos que utiliza abundan los heroicos (hay 5), aunque también hay enfáticos (2) y uno melódico.
Es un poema repleto de figuras retóricas que le otorgan belleza y ritmo. Hay una esticomitia: Estudio de las falsas teorías. Hay sinalefas dobles en un solo verso: que practica –algo torpe– el desescombro. Hay  encabalgamientos abruptos y suaves.  Pero, sobre todo, hay abundancia de  hermosas metáforas: uñas azules y no rojas (la carta se dirige a una persona que no es de izquierdas); adioses muy blanco (los que se van son inocentes); negros perfiles, (con ello se quiere  mostrar que la parte que se expone y que se ve -el perfil- es lúgubre); sicarios del miedo, (los asesinos matan y atemorizan); se retrasó la Historia, (la Historia no se puede retrasar, siempre seguirá su curso. Es otra metáfora, significa que se ha retrocedido o que no se ha avanzado como hubiera sido lo normal); sin respuesta precisa desde los rascacielos, es, quizás, la última y significa que los gobernantes y los poderosos no acceden a las peticiones del pueblo. También hay ironía o sarcasmo (algo torpe) y anáforas (Se necesita).

Con el poema se transmite, a través de una carta, a otra persona, la destinataria, la situación real de mansedumbre y estado extremo en que  la poeta y el país viven. A la destinataria la llama, por simple deferencia, compañera porque está en el lado contrario al que ella ocupa, aunque quizás, a pesar de la dispar ideología, sí se le puede considerar  compañera si sufre y padece el mismo ambiente.  Lo que no deja lugar a dudas es que despeja los bulos que, intencionadamente, se han extendido para ocultar la verdad. Levanta, por tanto, el velo que tapa la realidad. Ella –la poeta- lo ve claro y expone los puntos que desmoronan las teorías falsas. Por eso este poema es un grito, pero es un grito razonado.  Clama contra la injusticia y no sólo la  que proviene de los que están en la cúspide del poder, sino también de los que simplemente la observan y la permiten.
  Este  poema de Isabel Pérez Montalbán  está de absoluta actualidad dada la situación socio-política de España,  a pesar de estar publicado en el año 1999 y referirse a la dictadura  franquista. Es, en suma, un bellísimo poema que reclama dignidad.

Cartas de amor de un comunista.
Germanía. Valencia, 1999.

Rosa Burgos